Acto único para 8 bailarines: 4 hombres y 4 mujeres
En co-producción con el Festival Oriente Oeste y CID – Centro Internacional de Danza
Coreografía de Davide Valrosso
Notas de dirección
«El sueño de una noche de verano» es una de las obras más fascinantes de William Shakespeare, una comedia inmersa en un ambiente fantástico, capaz de despertar emociones y maravillas. Al principio, el trabajo estaba destinado a actuaciones privadas, mientras que más tarde el texto se adaptó como un espectáculo público. Situada entre esta dimensión íntima y colectiva, entre el surrealismo y el folclore, la compañía del Balletto di Roma da origen a la historia fantástica y sombría de las parejas de amantes que se pierden y se persiguen en un bosque laberíntico, compuesto de escollos y seducciones.
La creación de Davide Valrosso se refleja en dos temas fundamentales: la magia y los sueños. La magia no es más que amor, simbolizada en la comedia por el zumo de una flor mágica que actúa sobre los ojos: es, de hecho, con la mirada que se enamora por primera vez al escudriñar el objeto del deseo. Otro tema es el sueño, que es preponderante hasta el punto de que la realidad y la fantasía se confunden, amplificando la mirada en un evento a-temporal. El elemento onírico está formado por la presencia de cuerpos vivos e impalpables que bailan animando a Puck, una criatura irreal pero siempre presente que mueve, a veces incluso sin intención, los hilos de las relaciones humanas. Puck es vitalidad y caos, juego y diversión, sin malicia. Puck es el bebé impetuoso y juguetón que está dentro de cada uno de nosotros.
En términos coreográficos, la figura clave se encuentra en una transición fluida de elementos académicos a una danza más material: pistas ambivalentes que se alimentan entre sí, en una migración continua de lo etéreo a lo corpóreo. A través de un enfoque intermitente en las situaciones elegidas, las acciones se superponen como en un aspecto denso de imaginación que abarca, en una experiencia de visión que invita continuamente a «jugar con la fantasía». Bailarines en colores pastel y una escena de un blanco de sueño se imaginan inmersos en la misma sustancia, hechos de materiales finos que susurran y no describen. La coreografía de los duetos y de las partes del grupo amplifica una densidad de presencia voluminosa suficiente para dar al cuerpo y la escenografía una consistencia tangible e inmaterial al mismo tiempo: los espíritus irreales de los personajes se volverán concretos en un mundo totalmente surrealista, pero eso nos habla de cerca.
Shakespeare nos hace entender cómo nosotros, seres humanos, somos insignificantes frente a cosas que no podemos controlar de ninguna manera. Nos hace reflexionar sobre cómo el caos puede ser el creador de nuestro destino, ya que no podemos hacer nada, al menos aparentemente, para contrarrestarlo. A través de la danza de su «Sueño, una noche de verano», Valrosso nos sugiere cultivar el sentido transformador de este caos hecho de engaño, celos y ternura, dando la bienvenida al poder que los pensamientos, las palabras y los gestos tienen para permitirnos abandonar inexorablemente la belleza.